21/05/2025
Dr. Alejandro Soza
Profesor Titular
Jefe Departamento de Gastroenterología
Pontificia Universidad Católica de Chile
La migración internacional es uno de los grandes fenómenos demográficos del siglo XXI. En Latinoamérica, el crecimiento de los movimientos migratorios Sur-Sur ha sido particularmente marcado en la última década, especialmente desde países como Venezuela y Haití hacia otras naciones de la región, incluyendo Chile. Estos movimientos han producido una serie de desafíos para los sistemas de salud pública, particularmente en el manejo de enfermedades infecciosas transmisibles como las hepatitis virales.
La migración Sur-Sur, definida como el desplazamiento de personas entre países de ingresos bajos o medios, representa actualmente el 36% de todos los flujos migratorios a nivel mundial, superando incluso a la migración Sur-Norte. En el caso de Chile, el número de inmigrantes pasó de un 1.7% de la población en 2005 a más del 7.5% en 2023, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Dentro de este aumento, destaca particularmente la inmigración haitiana, que alcanzó un máximo de 185.865 personas en 2019, según el Departamento de Extranjería y Migración.
La diáspora haitiana se ha explicado por una confluencia de factores: crisis política crónica, desastres naturales devastadores como el terremoto de 2010 y el huracán Matthew en 2016, y condiciones socioeconómicas estructuralmente frágiles. A diferencia de otras poblaciones migrantes, los haitianos enfrentan barreras idiomáticas (creol vs. español), discriminación racial más evidente y condiciones laborales y habitacionales más precarias.
Estas condiciones también dificultan el acceso a la salud y la vigilancia epidemiológica. Los registros administrativos en salud muchas veces omiten el país de origen, y las encuestas nacionales de salud no logran captar adecuadamente a los migrantes, en especial aquellos en situación irregular. Como consecuencia, muchas veces no se cuenta con datos precisos sobre su estado de salud, perpetuando un círculo de invisibilidad y exclusión.
La hepatitis B (VHB) es una infección viral que afecta a más de 250 millones de personas en el mundo y constituye una causa importante de cirrosis y cáncer hepático. En 2015, las hepatitis virales causaron 1.34 millones de muertes en el mundo, una cifra superior a la del VIH/SIDA y comparable a la tuberculosis. A nivel global, la OMS ha planteado como meta la eliminación de las hepatitis virales como problema de salud pública al año 2030. Esta meta incluye reducir en 90% los nuevos casos de infección crónica y en 65% la mortalidad asociada.
Haití es considerado un país de alta endemicidad para hepatitis B. Datos oficiales y estudios muestran una prevalencia de HBsAg entre 2.5% y 5%, y una positividad para anticuerpos anti-HBc de hasta 40%. Por contraste, en Chile la seroprevalencia de HBsAg se estima en 0.15% en población general, una de las más bajas de la región.
Nuestra investigación, publicada en Scientific Reports (2020), confirma estas diferencias. En un estudio transversal que incluyó a 498 inmigrantes haitianos adultos en Chile, encontramos una prevalencia de HBsAg de 3.4% (IC 95%: 2.1–5.5%) y de anti-HBc de 34%. Además, se identificó una elevada frecuencia de hipertensión arterial y marcadores de ansiedad y depresión. Estos resultados evidencian cómo los movimientos migratorios pueden modificar de manera significativa la epidemiología de las enfermedades infecciosas en países receptores de baja prevalencia.
Las encuestas nacionales de salud y estudios seroepidemiológicos en países como Chile usualmente no incluyen a poblaciones vulnerables como migrantes irregulares, personas privadas de libertad o trabajadores sexuales. Esto genera una subestimación sistemática de la carga real de enfermedades infecciosas como la hepatitis B.
En un informe reciente de la European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC), se destaca que hasta un tercio de los casos nuevos de hepatitis B diagnosticados en países europeos corresponden a personas nacidas fuera del país. En este contexto, las estrategias de microeliminación —intervenciones dirigidas a subgrupos de alta prevalencia— se presentan como una herramienta altamente efectiva.
Incorporar a estas poblaciones en los programas de pesquisa y vacunación permite detectar focos de alta endemicidad y abre la posibilidad de intervenciones costo-efectivas.
Actualmente estamos desarrollando un programa piloto de vacunación contra hepatitis B en población haitiana residente en Chile. Este programa utiliza un esquema acelerado de vacunación (dosis en 0, 1 y 2 meses), con seguimiento activo para evaluar seroconversión.
Adicionalmente, estamos estudiando la relación entre la respuesta inmunitaria y factores genéticos, particularmente polimorfismos en el gen IFNL3, que codifica para interferón lambda 3. Estos polimorfismos han sido asociados a menor respuesta tanto a tratamientos antivirales como a vacunas en poblaciones de ascendencia africana. Esta información es relevante para valorar la posible necesidad de utilizar vacunas de tercera generación, como Heplisav-B (que utiliza un adyuvante basado en CpG) o Sci-B-Vac (que contiene antígenos S, pre-S1 y pre-S2), ambas con tasas de seroconversión superiores al 95%.
Nuestra experiencia muestra que enfocar esfuerzos en poblaciones migrantes de alta prevalencia no sólo es éticamente necesario, sino también una estrategia pragmática para avanzar en la eliminación de las hepatitis virales. Esta aproximación se alinea con las recomendaciones de la OMS y con experiencias exitosas en Europa, donde programas dirigidos a migrantes han demostrado alta aceptabilidad y efectividad.
Sería razonable proponer que los países latinoamericanos integren en sus políticas de salud pública programas voluntarios de pesquisa de hepatitis B y C en población migrante, así como vacunación dirigida con esquemas acelerados. Estas estrategias permitirían no solo detectar precozmente casos que de otro modo quedarían fuera del radar epidemiológico nacional, sino también brindar protección efectiva a comunidades en riesgo mediante la inmunización activa. La implementación de estas acciones debe ir acompañada de programas de educación, fortalecimiento del acceso a servicios de salud y garantías de no discriminación en el sistema asistencial.
Las migraciones no solo transforman las sociedades desde un punto de vista cultural y económico, también modifican el mapa epidemiológico de las enfermedades infecciosas. Reconocer esta realidad y actuar sobre ella con políticas públicas basadas en evidencia es fundamental para alcanzar la eliminación de las hepatitis virales al 2030. La experiencia chilena con la población haitiana migrante es un ejemplo concreto del impacto que pueden tener las estrategias de microeliminación basadas en la vigilancia activa y la vacunación dirigida. Su replicación y adaptación en otros contextos latinoamericanos es no solo factible, sino urgente.
Fotos obtenidas con el consentimiento de los participantes.
Referencias